Apenas ha pasado un año y medio desde aquella mañana en la que la vida me arrancó de cuajo tu presencia, tu mirada, y en general, una parte esencial de mi. De la noche a la mañana te caíste, sin darme tiempo para comprender que me decías adiós.
Durante meses - que va, aun hasta el día de hoy- me he despertado pensando que aquello no iba conmigo. Que seguiríamos cogiendo el Suzuki cada Sábado. Que seguirías enseñándome a conducir, enfadándote conmigo cada vez que se me calase el coche, y poniéndote a andar a tan sólo un metro del morro con el objetivo de que aprendiese a manejar el tema. He seguido pensando en que te acercarías a la pista de la hípica, superando tus miedos a los caballos, para verme montar disfrutando como una enana. Porque al fin y al cabo, el simple hecho de verme te hacía feliz.
Hace 3 años estaríamos en Camp Barris, en tu amada Costa Brava. Todo el año esperando ese día, el día en el que competíamos por ver quien comía más caracoles. Sin duda la victoria siempre te la llevabas tú.
Estés donde estés, se que me ves, me vigilas, me dejas que avance y me enfrente a la vida, pero sin irte muy lejos, porque ante lo malo ahí estarás a mi lado, para proteger y cuidar a tu gordita.
Desde aquí se que hoy celebramos este día juntos, como siempre, un año más. Y sin olvidar en un día como hoy a tu gin-tonic, tu pitillito y a alguno de tus chistes absurdos.
Felices 54 papá.
Te quiero.